Por: Omar Gómez Pensado
La gran amistad con Tony Larussa, piloto de los Cardenales de San Luis lo llevó a convertirse hace algunas semanas en el coach de bateo de los “Pajaritos Rojos”. Sin embargo, desde entonces ninguna rueda de prensa, ninguna teleconferencia, ninguna entrevista, nada.
Desde hace cuatro años, cuando estando bajo juramento no se atrevió a hablar sobre esteroides ante el Congreso, qué nos hace pensar que Mark McGwire lo hará ahora. Por supuesto que no hablará y estoy seguro de que preferiría tragar un bocado de tabaco o correr desnudo por todas las calles de San Luis antes de ponerse frente a un arsenal de micrófonos y un sinnúmero de reporteros, para hablar acerca de su relación con las substancias para mejorar el rendimiento.
El gigante pelirrojo que fuera novato del año en 1987 y que electrizara al mundo del béisbol en 1998 con su batalla con Sammy Sosa para romper el récord de Roger Maris, también es el hombre que metió la cabeza al suelo después de su retiro, cual vil avestruz, es el tipo que hizo un pase a la “Verónica” y un par de chicuelitas al congresista Elijah Cummings cuando le preguntó en marzo de 2005 si estaba apelando a sus derechos de la Quinta Enmienda, respondiéndole con la desastrosa frase: “No estoy aquí para hablar del pasado. Estoy aquí para ser positivo sobre este tema”.
El problema es que el pasado nunca muere y que no se puede ser positivo sobre el tema de los tramposos.
Hace cuatro años y nueve meses, McGwire se sentó frente a los Estados Unidos y engañó a su nación. Hizo una faena digna de Enrique Ponce. Burló a todos y después vivió un auto exilio.
Ahora Mark McGwire tiene una segunda oportunidad en el Rey de los Deportes. Él sabe bien que Cooperstown está ya fuera de su alcance y que lo único a lo que podría aspirar es a limpiar ligeramente su imagen.
Por supuesto que pensamos que es imposible que ahora que regresa pueda mantenerse callado. Eventualmente hablará y lo único que se le podría aconsejar es que cuando lo haga, diga la verdad…por su propio bien.
Desde hace cuatro años, cuando estando bajo juramento no se atrevió a hablar sobre esteroides ante el Congreso, qué nos hace pensar que Mark McGwire lo hará ahora. Por supuesto que no hablará y estoy seguro de que preferiría tragar un bocado de tabaco o correr desnudo por todas las calles de San Luis antes de ponerse frente a un arsenal de micrófonos y un sinnúmero de reporteros, para hablar acerca de su relación con las substancias para mejorar el rendimiento.
El gigante pelirrojo que fuera novato del año en 1987 y que electrizara al mundo del béisbol en 1998 con su batalla con Sammy Sosa para romper el récord de Roger Maris, también es el hombre que metió la cabeza al suelo después de su retiro, cual vil avestruz, es el tipo que hizo un pase a la “Verónica” y un par de chicuelitas al congresista Elijah Cummings cuando le preguntó en marzo de 2005 si estaba apelando a sus derechos de la Quinta Enmienda, respondiéndole con la desastrosa frase: “No estoy aquí para hablar del pasado. Estoy aquí para ser positivo sobre este tema”.
El problema es que el pasado nunca muere y que no se puede ser positivo sobre el tema de los tramposos.
Hace cuatro años y nueve meses, McGwire se sentó frente a los Estados Unidos y engañó a su nación. Hizo una faena digna de Enrique Ponce. Burló a todos y después vivió un auto exilio.
Ahora Mark McGwire tiene una segunda oportunidad en el Rey de los Deportes. Él sabe bien que Cooperstown está ya fuera de su alcance y que lo único a lo que podría aspirar es a limpiar ligeramente su imagen.
Por supuesto que pensamos que es imposible que ahora que regresa pueda mantenerse callado. Eventualmente hablará y lo único que se le podría aconsejar es que cuando lo haga, diga la verdad…por su propio bien.
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